Un ateo australiano me preguntó sobre el libre albedrío, nuestras acciones y nuestra afirmación de que nuestros actos se registran en los libros de Dios mientras tenemos libre albedrío. Esta afirmación fué una contradicción para él. Le dije que Dios conoce de antemano nuestras obras, que aparecen en sus registros, pero que no se nos designan en contra de nuestra voluntad, solo están predeterminadas en nuestra conciencia. Del mismo modo, los padres, al conocer el carácter de los hijos, pueden predecir que tomarán una decisión equivocada antes de que realmente lo hagan. Le pregunté si tenía hijos. El dijo que si. Le dije que podría esperar que en un momento dado, su hijo tomara una decisión equivocada, y ver que en realidad haciera algo malo, pero el como padre no lo obligaría a hacerlo, sería la elección de su hijo. Pero debido a que lo conoce muy bien, esperaría este comportamiento de él.
Dios Todopoderoso asigna a los humanos intenciones y corazones predeterminados. Si estos son malos, al hombre le irá mal. Si es bueno, su destino será bueno. La predestinación no contradice la libertad de elección que Dios ha dispuesto para nosotros basándose en su pleno conocimiento de nuestras decisiones e intenciones. El hombre haciendo uso de ésta, puede desobedecer a Dios Todopoderoso y actuar en contra de lo que le satisface, pero Él no ha concedido a nadie la libertad de exceeder o contradecir su voluntad divina. Nuestra libertad confirma aún más nuestra experiencia de que sin presión es posible forzar al corazón a aceptar todo lo que no quiere. Podemos obligar a las personas mediante amenazas a quedarse con nosotros, pero ninguna imposición puede lograr que alguinen nos ame. Dios ha protegido nuestros corazones de todas las formas de coerción y duelos. Es por eso que Dios nos juzga por lo que está en el corazón y nos recompensa por la intención que no es visible para nadie más que para Él.
Le dije que Dios Todopoderoso podía hacernos obedecerlo sin darnos una opción, pero la coerción no es parte de la ley divina. Él quiere que tengamos libertad para tomar la decisión de obedecerlo o no, ya que la libertad con el esfuerzo es más honorable para el hombre que la esclavitud con suerte. El juicio y la recompensa no tienen sentido sin elección.